Domingo de Ramos

Semana Santa de Baena (Córdoba)

jueves, 16 de septiembre de 2010

"LA BORRIQUITA" PROCESION DE LOS NIÑOS

Quiero ofreceros, una sencilla reflexión, sobre la entrada de Jesús en Jerusalén, en aquel primer Domingo de Ramos, en la que se producen episodios, que presagian la pasión y muerte del Señor y la actitud de un pueblo, que a pesar de su entusiasmo, se muestra sordo al mensaje y presencia del Mesías.

San Juan en su Evangelio, nos da la razón de aquella ovación clamorosa e imponente que la muchedumbre tributa a Jesús. Los que en Betania hacía pocos días, habían presenciado el admirable milagro de la resurrección de su amigo Lázaro, debieron contarlo a los habitantes de Jerusalén y a los que allí concurrían con motivo de la Pascua, y su testimonio era irrefutable. "Y DABA TESTIMONIO LA GENTE QUE ESTABA CON EL, CUANDO LLAMO A LAZARO Y LO RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS". La curiosidad de ver a Jesús y quizás al propio Lázaro, hizo correr la noticia de que se acercaba a la ciudad y que la gente se lanzara a la calle a recibirle y aclamarle, ovacionarle y aplaudirle como Mesías y Salvador.

Pero en el corazón de los fariseos, los celos y la envidia se despiertan como un volcán, y los más descarados se acercan al Maestro para recriminarle, que no reprenda a sus discípulos y consienta que le vitoreen y le aclamen como Mesías, pero Jesús sin rodeos les contesta que ha llegado la hora de pregonar públicamente su mesianidad. Por ello, les contesta de forma ponderativa, que "SI ELLOS CALLARAN LAS PIEDRAS DARIAN VOCES".

La perversión de los poderosos fariseos, causa vivo dolor en el corazón sensible de Jesús. Ya la comitiva da vista al esplendor y grandeza de Jerusalén y de su Templo y arranca un llanto clamoroso del pecho y los ojos del Señor, deplorando en alta voz, la ruina de aquella ciudad a la que tanto amaba, y prosigue Jesús, exponiendo una terrible profesía: "PORQUE LLEGARAN DIAS EN QUE TUS ENEMIGOS TE DERRIBARAN POR TIERRA Y NO DEJARAN DE TI, PIEDRA SOBRE PIEDRA".

Entró por fin Jesús en Jerusalén y la conmoción fue impresionante en toda la ciudad, tanto que los fariseos sintieron miedo del pueblo, que así se manifestaba en su favor, proclamándole como profeta y Mesías, surgiendo al paso de Jesús, por las calles abarrotadas de gentío, una pregunta, que tristemente revela ignorancia disimulada o desprecio: "¿QUIEN ES ESTE?", descubriendo la insidia de los enemigos de Jesús, que atemoriza a la gente sencilla, que con cierto temor decían: "ESTE ES JESUS EL PROFETA DE NAZARET", respuesta que contrasta con el entusiasmo y el sentido mesiánico de las aclamaciones, de unos momentos anteriores.

Y llegó Jesús al Templo, como víctima que habría de ser inmolada y vinieron a él, ciegos y cojos, y los sanó, posiblemente los últimos milagros y signos, que hizo el Señor de esta clase, innumerables, desde aquel primero de las bodas de Caná. Todo ésto excita la envidia de los fariseos al ver las maravillas que hacía y "A LOS NIÑOS QUE GRITABAN EN EL TEMPLO: HOSANNA AL HIJO DE DAVID", repitiendo lo que habían oído a los mayores, ovación infantil, que los fariseos intentan apagar con un odio, ya difícil de reprimir. Jesús les dijo: "OIGO ESTAS VOCES Y APRUEBO", ratificando las palabras del Salmo: "¿NUNCA OISTEIS QUE DE LA BODA DE LOS NIÑOS SACASTE PERFECTA ALABANZA?". Es Dios quien pone en boca de los niños hebreos y de todos los que participáis en la procesión, el reconocimiento de la mesianidad de Jesús.

Y después de pasar la vista por el Templo, como Señor que era de él, se marchó fuera de la ciudad, porque su pobreza no le conquistó la generosidad de un hospedaje, tampoco lo tuvo en Belén antes de nacer, y por no hacer sospechoso a ningún huésped, se fue a Betania con sus apóstoles, a casa de sus amigos, para volver a la ciudad al amanecer del siguiente día y seguir enseñando en el Templo.

Y ahora la razón de que vosotros niños y niñas, seáis los protagonistas de excepción, en la liturgia y procesión del DOMINGO DE RAMOS, con todo derecho, sin distingos ni opciones preferentes, sin protocolos agobiantes incomprensibles para vuestra sencillez, porque en el Templo se oyó la voz de los niños, es razonable que tengáis el honor de abrir el gran pórtico de nuestra Semana Santa.

*Revista Cabildo 1990
Por D. Fernando Campos Cisneros

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